Siempre me había llamado la atención de una plazoleta que hay cerca de donde vivía de pequeño y que llamaba cuatro vientos. Estando en Algeciras, siempre pensé que se refería a los cuatro puntos cardinales, pero me extrañaban dos cosas: la primera es que el Algeciras predominan dos vientos: Levante y Poniente y que la calle de justo al lado se llamaba Rayos X.
Dos calles tan contiguas tenían que tener alguna relación, y efectivamente, la tenían. Investigando me encontré con la historia del Cuatro Vientos y su relación con los rayos X: eran más o menos contemporáneos.
En 1927 un estadounidense llamado Lindbergh consiguió 27.000 dólares con los que se premiaban el atravesar el atlántico sin escalas. Lindbergh atravesó desde París a Nueva York en 33 horas y digamos que fue el punto álgido de la edad de oro de la aviación.
En ese momento unos españoles de la escuela de observadores de Cuatro Vientos decidieron dar un paso más y batir el record de Lindbergh: ahora se quería atravesar el atlántico pero por su travesía más ancha: desde España a Cuba.
Para ello se creó un avión para tal hazaña (el Avión Cuatro Vientos) y se eligió como pilotos al Capitán de Ingenieros Mariano Barberán y al piloto Joaquín Collar y como apoyo en tierra se eligió al mecánico ingeniero Modesto Madariaga, gran conocedor del aparato que se iba a utilizar.
Partieron del aeródromo de Tablada, en Sevilla (que hoy en día ya no existe) y tardaron 39 horas en llegar al aeródromo de Camagüey, en Cuba. Siguieron la ruta establecida a medias, pues el piloto Collar se sintió indispuesto y decidieron un pequeño cambio sobre la marcha que curiosamente significó el éxito de la travesía, pues recortaron 5 horas de camino, lo que significó llegar al destino, ya que llegaron con combustible suficiente para sólo una hora más, por una grieta en el depósito principal.
En Cuba se recibieron como héroes. Fue un acontecimiento de primer orden a todos los niveles, pues significaba la mayor travesía sobre mar realizada hasta la fecha.
Allí pasaron unos días de agasajos y halagos, mientras Modesto Madariaga se afanaba en solucionar la grieta del depósito.
Pero el vuelo no acabó allí. Estaba previsto su salida hacia Ciudad de México, y a pesar del clima se realizó. Pero como nos pasan a los españoles, no somos héroes si no acabamos en tragedia. Y así fue.
Salieron de La Habana a los pocos días y unas horas después se perdió el contacto con el avión en un punto sobre Guatemala o México. Nunca se encontró. Parece ser que tuvieron que realizar un aterrizaje forzoso ante una tormenta (¿huracán?) muy fuerte, pero no se hallaron restos y no se sabe a ciencia cierta qué sucedió.
Sin embargo quedará para la historia los héroes españoles de la aviación y su historia del “Avión Cuatro Vientos”.